Doctor Álvaro Ibarra: La música como retroalimentación
Miércoles, 23 de Septiembre de 2009Este Anátomo Patólogo de la Clínica Las Condes se caracteriza por ser una persona directa, que no teme decir las cosas por su nombre, cualidad que ha adquirido gracias a su trabajo, pero además es un amante de la música y un consagrado a ella.
El doctor Álvaro Ibarra es un hombre de hablar pausado, pero que sin embargo, es de esas personas que se pueden escuchar durante horas gracias a sus interesantes historias y al énfasis con que se manifiesta.
Anátomo Patólogo experimentado de la Clínica Las Condes, recuerda con detalle cada uno de los episodios de su vida y el interés por el arte de la música.
Si bien, lo toma como un hobby, el doctor Ibarra desde muy pequeño se acercó a la música, motivado por su madre, quien llevaba a sus hijos al Conservatorio y su padre, quien fue corista del Municipal. “Estudié en el Conservatorio desde niñito cuando no se hacía mucho deporte, ni había televisión, además éramos una familia en que todos tocaban un instrumento y cuando llegué a cierta edad me dijeron qué instrumento quieres tocar, no si quería aprender”, cuenta el médico.
Recuerda que en su antigua casa del barrio de Santo Domingo, tenían una sala de música. Ahí junto a un piano Steinway & Sons de cuarto de cola, celebraban santos y cumpleaños donde él y su hermana siempre estaban dispuestos a tocar para los invitados.
Durante tres años aprendió a tocar violín, pero después cuando estuvo lo suficientemente grande para poder tomar un violoncello no dudo en seguir con este instrumento por otros cinco años más, terminando un poco antes de ingresar a estudiar medicina.
Álvaro Ibarra, expresa con modestia que no es un profesional en la música, sin embargo, tiene muy buen oído. Esto hizo que con el violoncello pudiese tocar distintas melodías, siempre y cuando no sean técnicamente demasiado elaboradas o rápidas.
“Puedo sacar boleros, algunas canciones de Eric Clapton, de The Beatles, otras de Violeta Parra, cumbias, cuecas, entre otras, pero siempre cosas que puedan ser tocadas con facilidad”.
El doctor Ibarra es de esas personas que puede llevar una melodía mientras otro grupo está tocando, “Algunos dicen que eso se llama oído absoluto, tiene distintas acepciones, unas más estrictas que otras, pero el hecho es que tengo buen oído y puedo tocar tanto la melodía, como la primera o segunda voz. Esto también lo hago en bajo electrónico”, explica.
Durante sus estudios de medicina, también siguió tocando con algunos amigos, especialmente cuando terminaban el año o cuando festejaban algo importante. “Siempre tenía en mi casa tambores y otros instrumentos, entonces nos poníamos a tocar de forma absolutamente informal, nos divertíamos mucho, sin ensayo, a la buena de Dios. Salían cosas muy buenas y seguramente otras muy malas”, señala entre risas.
Sus grupos musicales
El doctor Ibarra, llevaba seis años trabajando en el hospital José Joaquín Aguirre de la Universidad de Chile, cuando un día escuchó conversar a algunos colegas, cirujanos fundamentalmente, que se reunían a tocar música de The Beatles. “Les dije, cuando toquen invítenme. Al saber que tocaba violoncello dudaron un poco pero después se dieron cuenta que este instrumento le daba un sabor especial a las canciones, sino, seríamos la copia feliz a Beatles Manía”, dice.
Luego le incorporó sonidos de percusión, cambiando un poco los ritmos y desde ahí siguieron juntos durante 10 años hasta que el grupo terminó su historia natural.
Después de un receso de un año, algunos de los sobrevivientes del grupo, siguieron tocando pero para música de iglesia. “Nuestro líder pasó a ser el doctor Juan Pablo Soffia, un cirujano oncólogo, quien además de saberse de memoria todas las liturgias, tiene una gran voz. Este grupo era muy elástico, a veces lo formábamos 10 personas, otras veces 30 o 40. Lo integrábamos guitarristas, bajistas y coristas”.
Con este conjunto musical Álvaro Ibarra tocó en diversos actos religiosos entre ellos Semana Santa, en el Templo Votivo de Maipú, en el Santuario Teresa de Los Andes, en los jueves crismales y en todas las ceremonias oficiales en que el Cardenal de Santiago citaba a reunión.
“El asunto es que a mi me gusta tocar un montón, no me importa el repertorio, la paso bien de igual forma. Incluso estuvimos toda la noche en un encuentro Interamericano de Jóvenes, donde dormimos en buses y tocamos dos veces durante la noche. En los ensayos normalmente me las arreglaba para que tocáramos música popular, melódica, de esa que me gusta a mí”, cuenta el doctor Ibarra.
Además, el grupo ha tocado en matrimonios, actividades culturales de la misma Clínica Las Condes, fiestas de fin de año, universidades, hoteles, entre otros. Todo esto, por amor al arte.
Álvaro Ibarra, señala que una de las cosas estimulantes de participar en estos grupos es el contacto con la gente joven. “Es muy enriquecedor, porque la música es un idioma común, pero además uno se revitaliza relacionándose con ellos”.
Durante muchos años tuvieron participaciones en diversas celebraciones, de las cuales, ensayaban para cada una, dos o tres veces, razón por la cual debía salir de su trabajo y partir rápidamente a los ensayos. Pero lo que le causa más gracia de toda esta historia con la música, es sin duda el reconocimiento de la gente. “En el hospital trabajé 10 años como patólogo y resulta que nadie me conocía, salvo los colegas. Sin embargo, tocamos en el día de la Enfermera y de ahí todo el mundo me conocía”.
La música para el doctor Ibarra, es mucho más que pararse sobre un escenario y tocar. Es una retroalimentación con la gente que lo escucha. No obstante, comenta que sinceramente donde mejor lo pasa es en las prácticas. “En los ensayos no hay que comportarse, todo es absolutamente espontáneo. Muchas veces practicamos en mi casa, nos divertíamos y molestábamos. Entonces nos moríamos de la risa de integrar estas cosas indisciplinadas, mientras que en una presentación uno está más tenso, ajustado a un cierto orden, le da un poquito más de adrenalina y un poquito menos de felicidad.
En la actualidad el grupo se tomó un año sabático, y la iglesia después de 20 años comenzó a reemplazarlos por razones de compromiso y trabajo de sus integrantes. Esto coincidió con otras actividades que está desempeñando el doctor Ibarra en su vida profesional, participando en seminarios y congresos.
“Este año nos vamos a un congreso de mama a La Serena, el próximo año asistimos a uno de Dermopatología Mundial en el Sheraton, a comienzos de noviembre vamos a Guatemala a un Congreso Latinoamericano, entonces no he sentido tanto la falta de música. Aunque en cualquier momento empezamos de nuevo”, dijo el médico.
El doctor Álvaro Ibarra recomienda tanto a doctores como a otros profesionales, realizar actividades paralelas a su trabajo, que jueguen fútbol, que vayan a un concierto ó al teatro. “Es necesario que la gente explote aquellos dones que se les dan, porque sirve entre otras cosas para promover la amistad y socializar”, señaló.